Barrancabermeja arde. No es una metáfora: es una realidad que se siente en cada barrio, se escucha en cada disparo y se vive con cada negocio que cierra por miedo. Nuestro distrito hoy enfrenta una crisis de violencia y extorsión que no solo amenaza la seguridad, sino que apaga la esperanza de miles de ciudadanos honestos. Esta columna es un grito, una denuncia y una defensa del derecho a vivir sin miedo.
Por: Diego Armando Pérez Mayorga |Barrancabermeja está de luto, pero no por una tragedia aislada ni por un duelo puntual. Está de luto por su comercio, por su gente trabajadora, por la tranquilidad que se perdió hace mucho tiempo y que, cada día, parece más difícil recuperar.
No estamos hablando solo de cifras ni de noticias amarillistas: hablamos de una ciudad que clama auxilio mientras la violencia y el miedo avanzan como sombra persistente.
En los últimos días, una serie de atentados armados y amenazas han estremecido a la ciudad. Talleres de motocicletas atacados con disparos, locales incendiados con gasolina, grafitis intimidantes firmados por grupos armados, patrullas emboscadas y hasta jóvenes asesinados mientras ejercían su oficio honesto. Cada nuevo hecho parece más aterrador que el anterior, y lo peor es que ya nos estamos acostumbrando a vivir con miedo. Y eso es lo más grave que nos puede pasar: normalizar la violencia.
La Cámara de Comercio de Barrancabermeja ha tenido que salir públicamente a rechazar esta situación. Empresarios y comerciantes han levantado su voz, ya no por mejorar las condiciones económicas o atraer inversión, sino simplemente por poder abrir sus puertas sin que les exijan una cuota ilegal o le prendan fuego a su negocio. ¿Qué clase de ciudad estamos construyendo cuando el miedo se vuelve el principal actor económico?
Se habla de que el control real de varios sectores lo tienen grupos armados ilegales. Y no lo digo yo: lo ha denunciado la Corporación Regional Para La Defensa De Los Derechos Humanos, CREDHOS, que ha calificado la situación como “alerta roja”. Ellos, que conocen los barrios y acompañan a las víctimas, saben que la disputa entre bandas criminales como el Clan del Golfo y “Los de la M” tiene consecuencias directas para quienes solo quieren trabajar y vivir tranquilos.
El comercio, uno de los principales motores de Barrancabermeja, está siendo estrangulado por la extorsión. Cada día más negocios cierran. No por falta de clientes, no por la economía nacional, no por deudas. Cierran porque la delincuencia los amenaza, porque si no pagan una “vacuna”, los matan. Y si lo hacen, igual les siguen cobrando. Es una cadena sin fin que está destruyendo el sustento de cientos de familias.
Lo más triste es que esta situación no es nueva. Ha venido creciendo lentamente y, por mucho tiempo, fue ignorada o minimizada. Las autoridades hablan de mesas de trabajo, de estrategias de seguridad, de resultados positivos. Pero la realidad en los barrios es otra. Lo que se necesita no son solo comunicados institucionales, sino presencia real, inteligencia criminal efectiva, protección para los que se atreven a denunciar y una estrategia integral que vaya más allá de lo militar.
Porque la solución no es solo con fuerza pública. También se necesita inversión social. Recuperar los espacios públicos, apoyar la cultura, fortalecer la educación y dar oportunidades reales a los jóvenes que hoy son reclutados por estas bandas. Necesitamos que el Estado, en todas sus formas, vuelva a la ciudad. No con discursos, sino con acciones concretas.
Y aquí también tiene un papel la ciudadanía. No podemos seguir callando. Entiendo el miedo, lo comparto. Pero también sé que, si no decimos nada, si no denunciamos, si no exigimos, esto no cambiará. Barrancabermeja ha sido siempre un distrito valiente, trabajador, solidario. Hoy más que nunca necesitamos recuperar ese espíritu colectivo, organizarnos y acompañarnos entre vecinos, comerciantes, líderes sociales, para resistir y construir alternativas.
A quienes están fuera de la ciudad, quiero decirles algo: Barrancabermeja no es solo violencia. Es también una ciudad con historia, con cultura, con un pueblo que no se rinde. Pero necesitamos apoyo. No para hacernos la caridad, sino para poder ejercer nuestros derechos con dignidad.
El Estado colombiano no puede permitir que Barrancabermeja entera sea tomada por estructuras criminales que operan con una lógica de guerra. No podemos permitir que nuestras calles, nuestras tiendas, nuestras vidas, estén en manos de quienes imponen su ley a punta de bala. Cada vez que un negocio cierra por miedo, perdemos todos. Cada vez que una familia se va, dejamos que el vacío lo llene el miedo. Cada vez que no hacemos nada, avalamos lo inaceptable.
Barrancabermeja necesita una respuesta urgente, decidida y sostenida. No más diagnósticos. No más promesas sin cumplir. Es hora de actuar. De defender el derecho a vivir sin miedo. De proteger a quienes resisten, de castigar a quienes aterrorizan y de reconstruir lo que esta guerra urbana nos ha arrebatado.
Hoy escribo esta columna no solo como un ciudadano preocupado, sino como alguien que ama su hogar. Que no quiere verlo caer en el abismo de la desesperanza. Que cree firmemente que es posible volver a caminar sin temor, a trabajar con dignidad, a soñar sin amenazas.
Barrancabermeja no se rinde. Pero necesita que la escuchen. Que la cuiden. Que la liberen.
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Vicepresidente junta directiva nacional Asociación Sindical de la Industria del Petróleo y Gas (Asopetrogas)
Esta columna encierra el pensamiento del autor, en ningún caso es la posición de Río Grande.