Vivimos pendientes a cada rato de una u otra manera de las noticias emitidas en los diferentes medios de comunicación.
Por : Oswaldo Ríos Carrascal | Y no es para menos, las situaciones y sucesos producidos en el mundo, el país y los diferentes territorios dan pie para que estemos alerta y prevenidos ante cualquier hecho que marque nuestras vidas, sea para bien o para mal.
La comunicación ha servido de generación en generación para enterarnos de las noticias producidas en cualquier rincón del planeta, inclusive muchas personas buscan en diarios, emisoras, canales de televisión, redes sociales, entre otros los sucesos y temas del día o del momento.
Pareciera que se disfrutara de lo que nos dicen o que esa noticia hiciera falta igual que el agua o la comida en el diario vivir.
Fagan (2025), opina que existen unos puntos clave como el estar programados los seres humanos para sentirse atraídos por las amenazas llevándonos a consumir más malas noticias, por un lado, y por el otro, sostiene que las plataformas de noticias están diseñadas para captar nuestra atención y mantenerla, además de existir formas de gestionar el consumo de noticias, como poner límites de tiempo y diversificar las fuentes.
Agrega que, en una era de conectividad constante, se puede sentir un ahogo en malas noticias, tratándose estas de las crisis económicas, políticas, desastres naturales o disturbios sociales, dominando así los titulares negativos las pantallas de los equipos o dispositivos utilizados.
Desde épocas remotas cuando se escuchaba la radio o se leían periódicos, lo primero que se buscaban era las malas noticias, o en el llamado “correo de cercas”, chismes de barrio o conversaciones rutinarias el tema del día era la noticia mala que ocurriese en el mundo, la ciudad, región o el país. Se compraban radios de tres bandas de frecuencia para sintonizar emisoras internacionales, se estaba pendiente de las guerras, movimientos cívicos-sociales, tragedias, entre otros, como también de las buenas nuevas que traían consigo los consagrados deportistas del país donde estuvieran compitiendo.
Con la llegada de la televisión, del internet y lo que parece hoy día un mar de innovaciones tecnológicas, las personas estamos pendientes para enterarnos sobre los sucesos o casos que nos afecten o no, pero que nos alimentan de información.
Según Fagan(2025), nuestros cerebros están programados para priorizar las malas noticias. Hay varias razones por las que consumimos información de la manera en que lo hacemos, pero también hay formas de recuperar el control de nuestra atención incluso en un mundo que parece diseñado para secuestrarla.
Para LTBOARD(2024) a las personas les gustan las malas noticias debido a una combinación de factores evolutivos, cognitivos y sociales. Una parte fundamental del cerebro, la amígdala, está diseñada para detectar amenazas y desencadenar una respuesta de alerta, lo que lleva a una mayor atención a la información negativa. Este “sesgo de negatividad” es una tendencia natural que nos hace más sensibles a los eventos potencialmente peligrosos. Además, el sesgo de confirmación (buscar información que respalde nuestras creencias) también puede contribuir a la preferencia por las malas noticias.
Al respecto, Rozin y Royzman (2001), opinan que nuestra tendencia a centrarnos en las malas noticias no es accidental; es evolutiva. La amígdala, la parte del cerebro responsable de procesar emociones como el miedo y la detección de amenazas, desempeña un papel importante.
Agregan los autores que, desde una perspectiva de supervivencia, los primeros humanos que eran hiperconscientes de las amenazas tenían más probabilidades de evitar el peligro y transmitir sus genes. Este sesgo hacia la negatividad, conocido como sesgo de negatividad, sigue presente en la actualidad y hace que las malas noticias llamen más la atención que las buenas.
De igual forma, profundizando sobre el tema, Ohman y otros e (2001), encontraron que la investigación neurocientífica muestra que cuando nos encontramos con información negativa, la amígdala envía señales que aumentan la vigilancia y la excitación emocional.
Esto a su vez es bien entendido por las empresas y encargan a quienes organizan las noticias realizar énfasis en las crisis del momento, los escándalos y los conflictos haciéndonos más consumidores de los noticieros, metiéndole más fuego a la hoguera como aquellos agitadores profesionales que se encargan de magnificar lo negativo, propiciándose contenidos estresantes que van a llegar a nuestros cerebros.
He allí un aspecto importante a tener en cuenta, según Baumeister y otros (2001), quienes sostienen que cuanto más tiempo transcurra consumiendo contenido lleno de estrés, más se reforzarán los circuitos del miedo del cerebro, lo que nos hace sentir que el mundo es más peligroso de lo que realmente es.
La información hay que dosificarla y variarla, no en vano después de las noticias nos presentan los espectáculos, artistas de moda, concursos y otros detalles en los medios. Pero el daño ya está hecho y el cerebro lo procesa y esto mantiene a las personas en estado de alerta y de ansiedad permanente por un buen rato.
Por eso es que hay necesidad de mantener lo que algunos expertos denominan la dieta informativa, hay que tener cuidado con el consumismo y la provocación colectiva para hacernos presos de la mala información prolongadamente, los tiempos deben vivirse con gozo también y no sentir miedo por largos periodos. Los medios de comunicación seleccionan las noticias, acorde con lo que está en moda y puede socializarse colectivamente, entrando en crisis emocional o pánico colectivo con efectos más negativos que positivos en una sociedad ávida de enterarse delo que pasa a su alrededor o en otros contextos.
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*Magister en educación, especialista en docencia universitaria, Ingeniero agrónomo
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