Written by 1:00 am OPINIÓN

Liderar es Servir

Liderar no es figurar. Es servir con responsabilidad, actuar con coherencia y comprometerse con el bienestar colectivo. Un líder auténtico no se victimiza: construye, propone y transforma con humildad.

Por: Milton Ardila | Ser líder no es un privilegio para aparentar, es una responsabilidad enorme. No se trata de hablar bonito, sino de trabajar desde la conciencia, la coherencia y el compromiso con los demás.

Hoy muchos se llaman líderes, pero pocos lo son. El liderazgo real implica saber comunicar, tener pensamiento estratégico y actuar con inteligencia emocional, incluso en medio de la adversidad. El verdadero liderazgo nace del servicio, de esa capacidad de ponerse al frente sin miedo, de asumir retos y proponer soluciones aún con recursos limitados y en contextos difíciles.

Hay liderazgos sociales, empresariales, comunitarios y políticos, pero todos comparten una esencia: guiar desde el ejemplo, no desde la crítica vacía o la arrogancia de quien ya tuvo su turno. En Colombia, como decía Jaime Garzón, hay millones de líderes. El problema es que no todos comprenden las características que hacen a un líder digno de ser seguido y respetado.

Jaime Garzón lo dijo con claridad: esto se transforma siendo mínimamente cívico. Un líder tiene que aportar, no dividir. Proponer, no atacar por protagonismo o cálculo político.

El liderazgo no consiste en ser popular en redes sociales, ni en subir historias para criticar. Es mucho más profundo: tiene que ver con entender las necesidades del pueblo y actuar.

Un líder no debe ser irresponsable con sus palabras. Criticar sin contexto, omitiendo la realidad, es una forma de sabotear la esperanza que tanto nos cuesta construir.

Hace poco, una publicación del exalcalde Alfonso Eljach encendió el debate. Cuestionó una inversión cultural, insinuando que era un derroche en medio de necesidades básicas insatisfechas.

Dijo: “10 días de fiesta equivalen a miles de becas”. ¿Pero no fue durante su gobierno cuando más se abandonó la cultura y se redujo el apoyo a procesos culturales?

Las críticas del exmandatario parecen olvidar que durante su administración las comparsas, bandas, músicos y gestores culturales marcharon por falta de apoyo. ¿Dónde estaba el compromiso?

Hoy, esa inversión cultural ha regresado. Se hacen festivales, obras, conciertos, reinados, muestras artísticas. Algo que no se veían desde hace varios años y eso también es salud emocional colectiva.

Criticar ahora lo que él mismo abandonó parece incoherente. ¿No será más bien que le molesta no controlar los contratos? ¿O que otros lideren lo que él dejó a medias?

Alfonso tiene capacidades. Su liderazgo podría ser útil para construir, no para atacar. Tiene muchas redes, experiencia y contactos. ¿Por qué no acercarse a proponer en vez de señalar?

Creo que es prudente recordarle que liderar es sumar, no restar. Incluso en pandemia, él convocó a la oposición a trabajar unidos. ¿Por qué no hacer lo mismo ahora? ¿Por qué dinamitar en lugar de edificar?

La actual administración no es perfecta. Tiene fallas evidentes. Pero también ha continuado programas útiles, como el de becas, y ha reforzado otros olvidados, como la cultura.

Un buen líder sabe usar las herramientas disponibles. No destruye todo para comenzar de cero. Mejora lo existente, lo dignifica y lo convierte en algo útil para más personas.

La cultura es una herramienta de transformación social. En ciudades violentas, invisibilizarla puede ser fatal. Sin embargo, apostarle es una forma de resistir a las balas con arte y vida.

No se puede llamar líder alguien que desconoce el poder transformador de la cultura en un territorio azotado por la violencia. No se puede minimizar su valor con ligereza.

Las cifras de homicidios en Barrancabermeja son escalofriantes. Pero en vez de aportar soluciones, algunos prefieren el cinismo de insinuar que todo sigue igual que antes.

Cuando un líder se victimiza o acusa sin base, pierde autoridad moral. Liderar no es un concurso de popularidad. Es una vocación que se cultiva con hechos, no con quejas.

El liderazgo exige madurez. No es criticar lo que hoy se hace bien solo porque antes no se hizo. Es tener la grandeza de reconocer los avances y sumarse al cambio.

Las críticas que se hacen desde el resentimiento y no desde el análisis constructivo, desdibujan el liderazgo. Generan ruido, no soluciones. Cansan, no inspiran.

Alfonso podría liderar desde otro lugar: desde la acción colectiva, desde el apoyo a procesos ciudadanos, desde sus empresas o desde una mirada técnica y propositiva.

Las elecciones se acercan. Muchos buscan figurar. Pero los verdaderos líderes no necesitan campaña para demostrar que sirven. Lo hacen desde siempre, desde donde están.

El liderazgo no es un título, es un proceso. Se demuestra en el día a día, en los pequeños gestos, en la capacidad de sumar sin esperar aplausos o gratificaciones.

Ser líder no es atacar a quien gobierna hoy porque se acercan las urnas. Es mirar hacia el futuro y preguntarse: ¿qué estoy haciendo hoy por mi comunidad?

No se trata de defender a ciegas a ninguna administración. Se trata de pensar, proponer, actuar. De hacer un llamado colectivo a la coherencia y al respeto por el otro.

La política no puede seguir siendo el arte de destruir al otro para figurar. Necesitamos líderes que lideren en silencio, que propongan en serio, que sirvan con dignidad.

Hoy más que nunca, debemos entender que ser líder es servir. No por ego, no por votos, no por contratos. Servir por convicción. Porque el territorio lo necesita.

Y créanme mis queridos lectores, lo digo desde la experiencia, no porque este yo transigiendo, si no por que yo cambie.

Porque como dijo Bian Oscar Rodríguez, “si no cambias tú, no puedes cambiar el mundo que te rodea”.

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*Comunicador social en formación, Defensor de Derechos Humanos, director general de la corporación Cornacoidh.

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Esta columna encierra el pensamiento del autor, en ningún caso es la posición de Río Grande.

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