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La corrupción en Colombia es un tema de nunca acabar

La corrupción se ha vuelto un mal de nunca acabar, pareciendo imposible controlar y condenándonos eternamente a convivir con ella.

Por : Oswaldo Ríos Carrascal | No obstante haber analizado este tema en ocasiones anteriores, se retorna la mirada sobre él, porque año tras año, gobierne quien gobierne, mande quien mande se populariza más la corrupción que la construcción de obras y prestación de servicios en nuestro territorio nacional y diferentes regiones, gastándose suntuosas sumas de dinero y dejando padecer de muchas necesidades a diferentes comunidades.

A propósito, De la Hoz (2021), sugiere que la corrupción abre brechas en la gestión de la administración, colocando en entredicho su eficiencia y su efectividad, por ser un limitante en la función pública y la convierte en disfuncional e ineficaz a la hora de darle solución a la problemática en este sector.

La corrupción desde diferentes puntos de vista

Zuleta (2015), opina que la corrupción es una manifestación social y económica porque se presenta en las relaciones humanas, y a su vez es promovida a favor de los intereses de dos o más particulares, donde por lo menos uno de estos es un funcionario público.

Por su parte, Transparencia Internacional (2013), la entiende como el detrimento del interés colectivo, de ahí a que es atribuida al sector público, toda vez que es el encargado de procurar el bien social. Debido a que se encuentra afectado por los actos delictivos, se vuelve disfuncional e ineficaz al momento de gestionar la problemática pública.

En cambio, según Villamil (2017), la considera como una anomalía que se presenta en la sociedad, que se transforma, que cambia, que crece en deterioro de los valores, la moralidad y de una política y economía estable.

Para los colombianos que nos indignamos con el tipo de personas corruptas es una vergüenza pública y un pretexto permanente de quienes se consideran los salvadores de la patria y los sabios de la administración pública, es una conducta reincidente que solo contribuye a la pérdida de credibilidad y confianza en dirigentes, lideres, gestores, inversionistas, contratistas, entre otros protagonistas que aun sabiendo de sus actos delictivos siguen exprimiendo los presupuestos asignados para una que otra obra o acción.

Beltrán (2015), nos ubica en su postura cuando afirma que el origen de la corrupción no parte de unos años atrás, sino que es reconocida desde tiempos remotos o lejanos, por lo que se hace importante citar lo expresado por el filósofo Nicolás Maquiavelo:

La eterna insatisfacción del ser humano, propician los actos de corrupción, así; en la función pública son el acto individual de una predisposición moral particular, por lo tanto, frente a la coima (soborno) la honestidad es frágil.

Esto quiere decir, que el ser humano está predispuesto a ser corrupto por su ambición personal, en alguna ocasión unos ciudadanos acusados de corrupción manifestaron textualmente que la corrupción era inherente a los seres humanos. El problema es que es practicada por quienes teniendo mucho dinero quieren mucho mas o quienes no lo tienen, aspiran a tener mucho para alimentar su codicia y avaricia personal.

Allí se mantiene un círculo vicioso, que se realimenta y retroalimenta con niveles altos de corrupción en variados escenarios, sin importar la suerte de las demás personas o de las poblaciones enteras.

En ese sentido, una visión de Transparencia por Colombia (2019), nos ilustra al recordar que en las últimas décadas el país ha atravesado momentos muy graves en los cuales los hechos de corrupción han sido protagonistas desafortunados. Uno de los casos más citados en Colombia fue el proceso 8.000 a mediados de los noventa o la parapolítica a inicios del presente siglo, junto con una larga lista de escándalos de corrupción que han afectado gravemente sectores la salud, la educación, el sistema pensional y de seguridad social, la defensa y seguridad nacional, el sistema financiero, entre muchos otros.

Igualmente, esta fuente cita que desde hace muchos años la criminalidad vinculada al narcotráfico y el contrabando han permitido que en distintos lugares del país persistan entornos favorables a economías criminales que encuentran en la corrupción un vehículo de operación muy rentable. Podría decirse que el 2017 fue un año de hitos dramáticos de escándalos de corrupción: desde la grave afectación que generó la corrupción a instancias judiciales precisamente responsables de investigarla y sancionarla, hasta la intensificación del abuso de los recursos destinados a la alimentación escolar en distintos lugares del país.

Son innumerables los actos de corrupción evidenciados en este país, tal vez en la actualidad son más complejos, pero no menos preocupantes, se juega con la salud, la educación, los recursos para infraestructura, los servicios públicos, entre otros. Además, la corrupción cuenta con unos actores que se las ingenian con técnicas de difícil prevención rastreo, permanentemente propician actuaciones con elementos distractores, impactando con mayor fuerza en la sociedad, que ya se ha acostumbrado a ver esto como algo norma.

Conocedores sobre el efecto de la corrupción, la cual constituye una clarísima violación de los derechos humanos, pedimos a menudo un castigo ejemplar para quienes la ejercen; sin embargo, en muchas ocasiones pareciera haber mas premios que castigo a los corruptos, olvidándose que han sido artífices de daños irreversibles a la nación y por ende a niños, jóvenes, ancianos, adultos mayores de la tercera edad, discapacitados, entre otros.

Y lo que es peor, algunos saquean el erario público en diferentes entes territoriales, se llevan la tula y luego aparecen con cinismo como los salvadores y gestores de un desarrollo que nunca se verá. Se construirán puentes donde no hay arroyos y se pretenderá construirlos con tal de explotar el recurso económico necesario.

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*Magister en educación, especialista en docencia universitaria, Ingeniero agrónomo

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Esta columna encierra el pensamiento del autor, en ningún caso es la posición de Río Grande.

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