En Colombia, pensar da pereza. Leer, investigar, contrastar… ¿para qué? Si es más fácil creer en lo que dicen los medios tradicionales, esos mismos que llevan décadas manipulando a un pueblo que no conoce su historia, no entiende su presente y se burla de su futuro.
Por: Diego Armando Pérez Mayorga | En Colombia, cada vez que una figura política, en especial si proviene del sector alternativo o progresista, plantea una idea que se sale del libreto tradicional, la respuesta no suele ser el análisis técnico, el debate informado o el contraste de ideas. No. La reacción inmediata es la burla, la caricatura, el meme.
La discusión pública se ha degradado al punto en que cualquier concepto que suene complejo o poco familiar se convierte en motivo de ridiculización, especialmente si lo pronuncia el presidente Gustavo Petro. Eso fue exactamente lo que ocurrió con su propuesta de importar electricidad desde Panamá utilizando gas natural más barato para generarla allá, y aprovechar la interconexión eléctrica entre ambos países para abastecer parte de la demanda colombiana.
Petro no propuso transportar gas a través de cables, como si fuera posible comprimir moléculas de metano dentro de un tendido eléctrico. Lo que planteó fue un modelo ampliamente conocido y utilizado en diversas partes del mundo: gas by wire, es decir, generar electricidad en el lugar donde está el recurso energético (gas, carbón, etc.) y luego transmitir la energía eléctrica a través de cables hacia el lugar donde se va a consumir. ¿Por qué hacerlo así? Porque, en muchos casos, transportar electricidad es más eficiente, más barato y más rápido que transportar la fuente primaria.
En términos simples: si Panamá tiene gas natural más barato que Colombia, y si ese gas se puede usar en territorio panameño para generar electricidad, entonces lo lógico “económica y técnicamente”, es aprovechar esa electricidad mediante la interconexión eléctrica regional. Esa red ya existe entre Panamá y Colombia y podría ser aprovechada para disminuir costos, reducir dependencia de combustibles importados con sobrecostos y garantizar la estabilidad del sistema energético nacional. No hay magia. No hay fantasía. Hay cabeza.
El modelo gas by wire ha sido implementado, por ejemplo, en zonas de Estados Unidos donde las reservas de gas no están cerca de los grandes centros urbanos. En lugar de construir gasoductos costosísimos, se montan plantas térmicas cerca de las fuentes de gas, se genera electricidad ahí, y se transporta esa electricidad a través de la red eléctrica nacional. Así de simple. No se transporta gas, se transporta su energía.
Como explicó Julián García, expresidente de TGI (Transportadora de Gas Internacional), esta estrategia también aplica para el carbón (coal by wire): se puede construir una termoeléctrica en la mina, generar electricidad allí y enviarla a las ciudades. Esto es eficiente, especialmente cuando el transporte del recurso es más costoso o complejo que el de la electricidad. No es una idea nueva. Es una herramienta que forma parte del portafolio de soluciones en la transición energética global.
Entonces, ¿por qué tanto escándalo? ¿Por qué tanta risa? La respuesta no está en lo técnico, sino en lo político. Colombia atraviesa un momento de confrontación ideológica profunda, donde cualquier propuesta del gobierno actual es automáticamente atacada, sin importar su contenido. La oposición mediática no tiene interés en debatir con argumentos, sino en ridiculizar. Si la propuesta proviene de Petro, entonces debe ser absurda por definición. Si la idea suena compleja, mejor convertirla en chiste antes de que alguien intente comprenderla.
Lo más grave no es la reacción del ciudadano común que muchas veces está desinformado y solo reacciona a lo que ve en redes sociales, sino el papel de los medios de comunicación y de ciertos “expertos” que se prestan para alimentar el circo. Titulares que ridiculizan, columnas de opinión plagadas de sarcasmo e ignorancia técnica, y analistas que prefieren burlarse antes que explicar. ¿Es esto casualidad? Difícil creerlo. Más bien, parece una estrategia sistemática para desprestigiar todo lo que provenga del gobierno actual, incluso si son ideas con respaldo técnico.
Detrás de la risa hay intereses. Intereses económicos que se benefician del actual modelo energético, basado en la importación de gas licuado con sobreprecios. Empresas que no quieren competencia ni cambios en la matriz energética. Actores que lucran del caos tarifario. Y políticos que ven en cada iniciativa del Ejecutivo una oportunidad para pescar en río revuelto.
Petro tocó un nervio sensible. Al cuestionar el costo del gas importado y proponer una solución alternativa, puso en evidencia que las altas tarifas que pagamos los colombianos no son inevitables. Hay opciones. Pero esas opciones implican cambios, y los cambios incomodan a quienes ya se acomodaron en el modelo actual.
Lo alarmante no es que se proponga importar electricidad desde Panamá. Lo alarmante es que un país entero sea incapaz de discutirlo con seriedad. Que la burla pese más que el análisis. Que el periodismo se dedique a ridiculizar antes que a informar. Que los líderes de opinión estén más interesados en los likes que en la verdad.
Colombia necesita urgentemente una conversación madura sobre su futuro energético. Necesita pensar en soberanía, en eficiencia, en transición, en alternativas. No podemos seguir atrapados en un modelo que depende de combustibles importados, que produce electricidad cara y que nos hace vulnerables a crisis externas.
La propuesta de Petro, guste o no, pone sobre la mesa un debate necesario. No es un capricho. No es una tontería. Es una alternativa. Y como toda alternativa, merece ser discutida con argumentos, no con memes.
__
Vicepresidente junta directiva nacional Asociación Sindical de la Industria del Petróleo y Gas (Asopetrogas)