El reguetón es básico, obtuso, grotesco, pero señalar que, “no contribuye al crecimiento positivo de los adolescentes” es inexacto y erróneo.
Por: Heyner Mancera Rincón | La indignación no debe ser contra los artistas musicales que mediocres o genios, se valen de sus talentos para divertir a la gente. La indignación debe ser contra el sistema de leyes del país que premia con impunidad a los agresores de mujeres y la niñez.
Al parecer muchos no habían notado el carácter pedestre del mensaje musical en el reguetón, y pensaron que la reunión de los máximos exponentes de este género en Colombia, engendraría una obra poética al estilo José Luis Perales o una producción al estilo Quincy Jones.
Pues bien; Asombrados y con las vestiduras rasgadas, han salido a darle con el balde a Karol G, porque supuestamente su nueva canción (+ 57) atenta contra la moral, los valores, principios y fomenta el sexualismo a temprana edad. Esa es la doble moral Colombiana; la fanfarronería del país con el pederasta y as3sino de niños más grande de la historia, que de no ser por su fallecimiento por leucemia en Octubre del 2023, hoy estaría libre por las calles.
La sexualización y el maltrato es algo que está en la música hace décadas. La canción “Señora” (1983) es una oda a la infidelidad; “13 años” (1989) trata de prostitución infantil; “Aquel Viejo motel” (1989) sobre acoso sexual; La media vuelta (1961) romantiza el machismo; y así un largo etc. de canciones que aluden al feminicidio, como “Ingrata” (1994); Te compro tu novia (1994); La Celosa, Talento en televisión y así hasta llegar a “Arroz con Leche”…(que sepa coser, que sepa bordar, que sepa abrir la puerta, para ir a pasear), un claro adoctrinamiento desde la infancia para que la mujer adoptara una postura estrictamente hogareña.
Ni hablar de la música del despecho….
La indignación no debe ser contra los artistas musicales que mediocres o genios, se valen de sus talentos para divertir a la gente y cada quien verá si baila una contradanza, un porro, un tango, un merengue, una bachata, una cumbia, un joropo, un bolero o hasta un reguetón con toda su esterilidad intelectual. La indignación debe ser contra el sistema de leyes del país que premia con impunidad a los agresores de mujeres y la niñez. Me explico:
Desde 1998, las cifras relacionadas con la comisión de delitos sexuales están en constante crecimiento. Solo el 32% de las denuncias ante la Fiscalía General de la Nación por feminicidio han terminado en una sentencia condenatoria. En 2023 según cifras oficiales reportadas tenemos :
- 9 mil delitos sexuales contra menores de edad
- 899 exámenes médicos legales por presunto delito sexual en menores de edad.
- 351 casos de agresión escolar por delitos contra la libertad, integridad y formación sexual, en los cuales 968 víctimas son de sexo femenino. (72%)
En el primer semestre de 2024 se reportaron 1500 casos de explotación sexual comercial de menores.
Estas cifras solo son un atisbo del pavoroso panorama de cómo estamos tratando nuestra niñez; y ¿la reguetonera más famosa del mundo es la que tiene que salir a pedir disculpas y retirar su canción de las plataformas? (Canción que ya tiene 20 millones de reproducciones en solo 4 días. (YouTube)
Y para redondear la idiotez de este sainete, dos Senadoras del congreso de la república lo que se les ocurre es, un proyecto de ley para sancionar contenido explícito en canciones y obligar a reparar el daño.
Me imagino que propondrán crear un tribunal inquisidor para iniciar una cruzada moralista e imponer mordazas y bozales a toda canción que consideren contraria a sus preceptos morales, al estilo del “Centro de Recursos Musicales de Padres” creado en los Estados Unidos en los 80s para Censurar el rock por considerar que promovía a través de sus letras y actitudes la violencia, el consumo de drogas, determinadas prácticas sexuales y hasta el suicidio, al mismo tiempo que alentaban la rebelión de los adolescentes y jóvenes contra sus padres, maestros y el orden establecido.
Otra brillante idea que brota desde el congreso, es que el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, convoque a los intérpretes de la canción a una capacitación sobre derechos de niños, niñas y adolescentes. Definitivamente como dice otro cantante: “La gente se vuelve loca y no avisa”.
El reguetón es básico, obtuso, grotesco, pero señalar que, “no contribuye al crecimiento positivo de los adolescentes” es inexacto y erróneo, porque lo que contribuye efectivamente al crecimiento y desarrollo de la niñez y la adolescencia, es la familia, la educación, buenas relaciones sociales, un entorno seguro y su garantía de derechos.
La música es un medio para el desarrollo de habilidades e influir en la forma en que las personas se relacionan, se comportan y se comunican, y allí los artistas tienen una gran responsabilidad, pero nadie es obligado a escuchar rock, vallenato o Jazz, ni mucho menos eso define que todo champetero es ladrón.
Finalmente, lo que veo, es matoneo por egoísmo contra una mujer joven y exitosa con 60 millones de oyentes mensuales y la única colombiana en el top 20 global de artistas en Spotify; también veo la hipocresía criolla de un demonio de dos caras que culpa a otros por los propios fracasos de un país que no sabe proteger su niñez y la deja en manos de abusadores y traficantes.
Un demonio de dos caras que se ofende por la frase “mamacita desde los fourteen (14)” pero ignora convenientemente el hecho de ser uno de los países con mayor número de modelos webcams del mundo, es decir prostitución o entretenimiento virtual para adultos.
El reguetón tiene “canciones” con letras verdaderamente cochinas que hacen ver +57 como un poema; Por mi parte seguiré escuchando la música que amo y cambiaré la emisora cuando alguna canción no me guste y enseñando a mis hijos que la música es un bello arte que a ayudado a cambiar el mundo, pero que es necesario estudiar y para que no metan gato por liebre.
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*Magister en Gestión Ambiental, Especialista en Química Ambiental, Ingeniero Biomédico, Secretario de Medio Ambiente y Educación, Asesor MinAmbiente, Docente Universitario e Instructor SENA.
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