La fuerza política Aguilar, que durante más de dos décadas ha marcado el pulso electoral en Santander, vuelve a fracturarse. Esta vez, el epicentro del quiebre no es una disputa ideológica ni una estrategia electoral divergente, sino una pugna familiar que se reaviva con la contienda legislativa de 2026.
El coronel (r) Hugo Aguilar, patriarca del clan y exgobernador condenado por vínculos con grupos paramilitares, ha confirmado su intención de volver al ruedo político impulsando la candidatura de su hijo Richard Aguilar al Senado, presuntamente por el Partido Liberal. Sin embargo, su medio hermano, Mauricio Aguilar, también exgobernador, ha expresado en privado a líderes regionales su respaldo al veterano senador liberal Jaime Durán Barrera, en una jugada que ha sido interpretada como una traición silenciosa.
La decisión de Mauricio, aunque silenciosa, ha genera un sismo político. No solo porque representa una traición simbólica al liderazgo del coronel, sino porque revive las tensiones familiares que ya habían costado caro en el pasado.
La primera gran fractura de los Aguilar ocurrió en 2015, cuando Richard Aguilar —entonces gobernador— decidió apoyar la candidatura de Holger Díaz para sucederlo, desafiando la decisión familiar de respaldar a Carlos Fernando Sánchez. El coronel Hugo, junto a Mauricio, apostaba por Sánchez como el heredero natural del proyecto político. Pero Richard, con una visión más tecnocrática y distante del legado paterno, rompió filas.
El resultado fue desastroso para la familia: la división debilitó el caudal electoral y permitió el triunfo de Didier Tavera, candidato respaldado por Horacio Serpa y el Partido Liberal. Según cifras oficiales de la Registraduría, Tavera obtuvo 336.000 votos (34,7%), mientras que Holger Díaz se ubicó tercero con 212.000 (21,4%) y Sánchez quedó rezagado con 176,678 (17,8%). La fractura costó el poder regional y dejó heridas que nunca cerraron del todo.
¿Qué hay detrás del apoyo de Mauricio a Durán?
Aunque Mauricio Aguilar ha mantenido un perfil bajo desde que dejó la Gobernación, su respaldo a Jaime Durán Barrera no es casual. Durán, con más de dos décadas en el Senado, representa una figura de estabilidad y experiencia dentro del liberalismo santandereano. Además, ha sabido construir redes clientelistas en municipios claves, donde Mauricio conserva simpatías.
Además de esa estabilidad política, Mauricio ve en Durán Barrera un instrumento que le permite cercanía con el poder nacional, el mismo que podría serle útil para su compleja situación judicial. Para nadie es un secreto que el dirigente liberal baila al son que le toque el Gobierno del Cambio. Por eso, para él, el árbol que más sombra le brinda es Jaime y no su hermano Richard, quien también está encartado con la justicia.
Más allá del impacto electoral, la decisión de Mauricio tiene un peso simbólico profundo. Hugo Aguilar, conocido por su carácter férreo y su visión vertical del poder, ha construido su legado sobre la lealtad familiar. Que su propio hijo político lo contradiga, y lo haga en favor de un liberal tradicional, representa un golpe al corazón y al orgullo.
Para Hugo, la política es una extensión de la familia. Cada candidatura es una misión, y cada voto, una prueba de fidelidad. Que Mauricio se desmarque, aunque no tenga el músculo electoral de Richard, es una herida que no se cierra con encuestas.
La fractura se da, además, en un contexto judicial complejo. Los tres protagonistas —Hugo, Richard y Mauricio— enfrentan procesos penales que han erosionado su legitimidad pública.
- Hugo Aguilar fue condenado en 2011 por vínculos con grupos paramilitares durante su gobernación. Aunque recuperó su libertad, sigue siendo objeto de investigaciones por enriquecimiento ilícito y lavado de activos.
- Richard Aguilar fue capturado en 2021 por presuntas irregularidades en contratos durante su paso por la Gobernación. Aunque recuperó su libertad bajo medida preventiva, el proceso sigue abierto en la Corte Suprema.
- Mauricio Aguilar enfrenta investigaciones por presuntos sobrecostos en contratos de infraestructura y por el manejo de recursos del PAE (Programa de Alimentación Escolar). Aunque no ha sido condenado, su imagen se ha visto afectada.
Estos procesos, lejos de unirlos en una defensa común, han profundizado las diferencias. Cada uno ha buscado blindarse con sus propios aliados, abogados y estrategias mediáticas, lo que ha debilitado la cohesión familiar.
¿Qué puede pasar en 2026?
La contienda de 2026 se perfila como una prueba de fuego para los Aguilar. Si Richard logra consolidar su candidatura al Senado, podría recuperar parte del terreno perdido. Pero el respaldo de Mauricio a Durán podría fragmentar el voto santandereano, especialmente en zonas rurales donde el apellido Aguilar aún tiene peso.
Además, el Partido Liberal enfrenta su propia encrucijada: ¿apostará por Richard, con su perfil joven y técnico, o por Durán, con su trayectoria y redes consolidadas? La respuesta podría definir no solo el futuro de los Aguilar, sino el mapa político de Santander.
La historia de los Aguilar es la historia de una dinastía que supo construir poder desde la narrativa del orden, la seguridad y la gestión. Pero también desde el control familiar y la verticalidad. Hoy, esa estructura se resquebraja. La segunda gran ruptura interna revela que el apellido ya no garantiza unidad, y que las lealtades se negocian en privado.
Para muchos, esta división podría marcar el inicio del fin. Los Aguilar ya no son lo que eran. El poder se les diluye entre procesos judiciales, traiciones internas y una ciudadanía más crítica. Si no logran reinventarse, podrían quedar como una nota al pie en la historia política de Santander.
Esta nueva ruptura no es solo una disputa electoral. Es el reflejo de tensiones acumuladas, de heridas no sanadas y de ambiciones que ya no caben en una misma casa. En un contexto de judicialización, desgaste y fragmentación, el apellido Aguilar enfrenta su mayor desafío: demostrar que aún puede ser sinónimo de poder, sin ser rehén de sus propias divisiones.