El discurso de apertura legislativa del presidente Gustavo Petro delineó su balance de gestión, defendió reformas clave y tensionó el debate político rumbo a 2026. Ante un Congreso dividido, destacó logros económicos, educativos y agrarios, y reafirmó su postura ética frente a temas de seguridad, salud y política internacional.
La apertura de la última legislatura del Congreso de la República estuvo marcada por un discurso presidencial que buscó más que rendir cuentas: intentó trazar un horizonte político, social y económico para lo que resta del Gobierno y delinear los términos del debate electoral hacia 2026.
En un contexto de polarización creciente y reformas estructurales estancadas o incompletas, el presidente Gustavo Petro se presentó ante el legislativo no solo como jefe de Estado, sino como líder de un proyecto de cambio cuya viabilidad depende ahora del pulso entre Congreso, opinión pública y fuerzas opositoras.
El escenario institucional no fue neutral: entre vítores del bloque oficialista y chiflidos de la oposición, el discurso de Petro duró más de dos horas y se movió entre la defensa de logros de gestión, la crítica frontal a actores tradicionales del poder económico y judicial, y una serie de propuestas controversiales en materia de paz, justicia transicional y política internacional.
El mandatario abordó temas sensibles como la reforma a la salud, la política agraria, la transición energética, la seguridad nacional y la gestión educativa, atribuyendo al enfoque de su gobierno resultados concretos como la reducción de la inflación, el aumento en la producción agrícola y la matrícula gratuita en universidades públicas.
Entre los aspectos más tensos del discurso figuraron sus declaraciones sobre el nuevo proyecto de paz total, que incluye beneficios para actores criminales, su postura sobre la soberanía informativa y su rechazo a las EPS, y su condena al genocidio en Gaza, con implicaciones comerciales que desafían tratados internacionales.
En paralelo, respondió con vehemencia a señalamientos por interceptaciones ilegales y aprovechó para reivindicar el carácter democrático de su mandato, negando haber actuado de forma autoritaria.
Petro utilizó el espacio no solo para defender su gestión, sino también para elevar el tono simbólico de su narrativa política. Al comparar su papel con el de los fundadores de la República y al invocar una “política de la vida”, se proyectó como figura ética y como contrapeso a lo que percibe como poderes fácticos que bloquean la transformación del país.
La referencia insistente a Antioquia, históricamente adversa a su ideología, evidencia también una estrategia electoral directa: ampliar la base progresista en los territorios dominados por la oposición tradicional.
Este mensaje presidencial, pronunciado ante un Congreso fragmentado pero todavía decisivo en la aprobación de reformas clave (como el presupuesto de 2026 o una nueva reforma tributaria), marca el inicio de una legislatura que será definitiva para el destino político del país.
En ella no solo se medirá la capacidad del Ejecutivo para concretar su visión transformadora, sino también la respuesta institucional ante los desafíos reputacionales, jurídicos y sociales que atraviesan la administración actual.
Desafíos de gobernabilidad
Durante cerca de 140 minutos, el presidente se dirigió a un Congreso que no permaneció impávido ante las palabras del jefe de Estado.
Desde arengas de la oposición por el senador Miguel Uribe -a quien Petro no mencionó directamente- hasta gritos del progresismo de “sí se pudo” y aplausos, el pleno del Legislativo escuchó un discurso en el que Petro no solo habló de los resultados de sus tres años en la Casa de Nariño, sino que dio puntadas de la discusión electoral que está en ciernes del debate político.
“El primer grito de libertad, consolidado porque ya lo habíamos intentado antes, se dio por la participación popular. Por una consulta y una decisión. Eso se llama democracia. Quienes creen que, anulando, desapareciendo, silenciando el pueblo, no lo son en absoluto”, dijo en respuesta al discurso del presidente del Senado, Efraín Cepeda.
También se refirió al nuevo proyecto de paz total, que daría beneficios a miembros de grupos criminales: “Hay quienes tiemblan. No deberían temblar. “Temblad los tiranos” decían los fundadores de la República. Pero por la verdad no se puede temblar. ¿Qué temor de que en Colombia haya justicia restaurativa? Yo mismo hablé con la sala de la Corte Suprema de Justicia (…) Pensar en el castigo es pura y simple vendetta”.
Se trató de un mensaje del presidente en aras de la discusión del nuevo proyecto de paz total que, en los próximos días, radicaría el ministro de Justicia, Eduardo Montealegre. Se trata de una propuesta que, de entrada, ha sido criticada por el Gobierno. Y el debate llevaría a dificultades para que el Ejecutivo pase otros proyectos claves, como el presupuesto de 2026, una nueva reforma tributario y la reforma a la salud, aún a la espera de ser discutida en dos debates.
E, incluso, se refirió al escándalo de las interceptaciones del DAS: “Acá no hay nadie que puede decir que el presidente dio la orden de interceptar a los congresistas de la oposición. Acá no hay nadie que pueda decir “es que Petro interceptó al DAS y poner a unas señoras de la Corte Suprema de Justicia que llevaban el tinto para poner micrófonos debajo de las mesas”.
“Independiente a las posiciones políticas, aquí lo que ha habido es debate. Ya no debaten ustedes sobre si había que masacrar a los jóvenes solo porque se levantaban y gritaban “justicia social”. Ahora debatimos sobre los problemas del pueblo”, afirmó.