Written by 12:05 am OPINIÓN

La energía del sufrimiento femenino

Esta columna nace en medio de un diplomado sobre Transición Energética al que asisto actualmente.

Por: Pedro Severiche Acosta | En uno de sus módulos, titulado Energía y Género, participé con una opinión que me dejó pensando en la desigualdad profunda que viven muchas mujeres al enfrentar, mes a mes, el costo de un servicio tan esencial como la electricidad.

Para ellas, la factura de la luz no es solo un papel con cifras; es una amenaza constante. Cada mes se convierte en una carrera de sacrificios. No es exagerado decir que muchas mujeres tienen que escoger entre comer o encender una bombilla. La energía que llega por los cables muchas veces se lleva, de paso, la tranquilidad del hogar.

Madres solteras, abuelas cuidadoras, jóvenes trabajadoras del rebusque… todas enfrentan el mismo dilema: cómo pagar la energía sin dejar de alimentar, cuidar o educar a sus familias. Algunas hacen milagros con los ingresos que tienen. Otras deben recurrir a préstamos “gota a gota” o empeñar electrodomésticos para evitar el corte.

En enero, los gastos de diciembre pesan. En febrero, se suman los útiles escolares. En junio, el calor obliga a prender ventiladores, pero la factura sube. En diciembre, mientras algunos celebran, ellas ajustan cuentas imposibles.

Y lo peor: el sistema les responde con la energía prepago, una modalidad que debería avergonzarnos como país. Se vende como una solución moderna, pero es una práctica humillante que condena a las más pobres a vivir en una incertidumbre eléctrica. Si no hay recarga, no hay luz. Sin previo aviso, se apaga todo: la nevera, el ventilador, la posibilidad de estudiar o descansar.

Este sistema convierte un derecho en un privilegio condicionado. Como si la dignidad también fuera prepago. Como si las mujeres pobres no tuvieran derecho a un mínimo de estabilidad, a una vida sin sobresaltos.

La transición energética no puede hacerse sin justicia social. Y la justicia empieza por reconocer que la energía, más que un negocio, es un bien común. Y que mientras una madre tenga que dejar de comer para poder prender una luz, la transición será solo un discurso bonito, pero vacío.

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Comunicador Social y Periodista

Esta columna encierra el pensamiento del autor, en ningún caso es la posición de Río Grande.

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