Cuando uno revisa la hoja de vida de la Dra. Carolina Corcho, no puede evitar hacerse una pregunta inevitable en tiempos preelectorales: ¿estamos ante una simple figura de oposición al sistema de salud o frente a una alternativa presidencial seria y coherente?
Por: Letty Carranza | No es una interrogante menor. En un país donde muchos aspirantes a la presidencia llegan con discursos prefabricados o carreras construidas desde los escritorios del poder, el caso de Carolina Corcho resulta, por lo menos, intrigante. Y no sólo por su historia, sino por la manera en que ha articulado su vida profesional, política y ética con un compromiso que incomoda a algunos y entusiasma a otros.
Diana Carolina Corcho Mejía nació en Medellín en 1983, hija de una exalcaldesa liberal y un exdiputado antioqueño. Pero más allá de sus raíces políticas, lo que la ha definido es una vocación inquebrantable por la salud pública, la justicia social y el derecho a la vida digna.
Es médica de la Universidad de Antioquia, psiquiatra de la Universidad Nacional y magíster en Estudios Políticos de la Javeriana. Es decir, combina lo técnico, lo humano y lo político de forma poco común. No es frecuente encontrar a alguien con formación clínica, mental y política a la vez. Este trípode le ha permitido leer los problemas del país desde múltiples lentes, sin caer en simplismos.
Su carrera no ha sido construida desde el confort institucional. Al contrario: comenzó como activista gremial, defendiendo los derechos de médicos residentes desde la ANIR. Allí impulsó causas como la reapertura del Hospital San Juan de Dios y denunció la precariedad laboral del personal de salud. No era aún ministra y ya incomodaba.
Más adelante, desde cargos en la Alcaldía de Bogotá bajo la gestión de Gustavo Petro, participó en la formulación de políticas públicas y en la construcción de dos leyes clave: la Ley Estatutaria 1751 de 2015, que consagra la salud como derecho fundamental, y la Ley de Residencias Médicas. Luego, durante la pandemia, se convirtió en una de las voces más críticas del gobierno Duque, al denunciar el colapso del sistema de salud y la falta de garantías para el personal médico.
Llegó al Ministerio de Salud en 2022 con un objetivo claro: transformar el sistema. No lo ocultó. No prometió reformas superficiales ni maquillajes institucionales. Desde el principio planteó un rediseño de fondo, eliminando la intermediación financiera de las EPS, fortaleciendo la red pública hospitalaria, y apostándole a un modelo basado en atención primaria y salud territorial.
Fue una ministra combativa, sin duda. Con posturas firmes que incomodaron a gremios, partidos tradicionales e incluso a figuras dentro del mismo gobierno. Su reforma avanzó en medio de tempestades políticas y divisiones parlamentarias, hasta que su salida, en abril de 2023, fue vista por muchos como una concesión al pragmatismo político. Pero ella no se retractó. Salió del cargo, sí, pero no de la lucha.
Desde entonces, ha mantenido una agenda pública activa: lidera charlas, coordina procesos de formación política y recorre territorios hablando de salud, descentralización, industria nacional y justicia social. Su escuela “Hacia una Agenda de Transición Democrática” —con más de 4.800 inscritos— no es sólo un ejercicio académico, sino una semilla de campaña. Y en eventos masivos como el del Primero de Mayo ya empieza a perfilarse como una voz que podría tomar la bandera presidencial del Pacto Histórico.
Pero ¿es viable electoralmente? Por ahora, las encuestas no la favorecen. En febrero de 2025, apenas el 2,2 % la mencionaba como posible opción. Su estilo fuerte, a veces interpretado como radical o confrontacional, genera temores en sectores moderados. La derecha la estigmatiza como “ideóloga del fracaso” y hasta en la izquierda hay quienes dudan de su capacidad de sumar alianzas más allá del petrismo.
Sin embargo, hay algo que no se puede negar: Corcho tiene algo que muchos precandidatos no tienen. Coherencia. Su propuesta presidencial no es improvisada, sino construida desde años de lucha, desde la calle, la clínica, la universidad y el Estado. Tiene claridad conceptual, contenido programático, y lo más importante: una trayectoria que respalda cada palabra que pronuncia.
En un escenario político saturado de eslóganes vacíos, influencers metidos a candidatos y tecnócratas desconectados del país profundo, la figura de Carolina Corcho interpela desde otro lugar. No representa a las élites tradicionales, ni tampoco busca agradar a todos. Habla desde una ética del cuidado, desde la convicción de que la salud no es mercancía y el Estado sí debe garantizar derechos fundamentales.
Su liderazgo es incómodo, sí. Pero también profundamente necesario. Porque transforma el debate. Porque obliga a pensar en lo estructural y no sólo en lo coyuntural. Porque no le teme a las preguntas difíciles: ¿para quién gobierna el Estado colombiano? ¿Cuánto valen las vidas en los territorios olvidados? ¿Qué significa realmente “proteger la salud”?
Carolina Corcho aún tiene un camino largo para consolidarse como una candidata presidencial fuerte. Tendrá que ampliar su base, comunicar mejor, suavizar su imagen sin renunciar a sus principios, y sumar liderazgos diversos que le den solidez electoral.
Pero si el país se toma el tiempo de revisar su hoja de vida, de escuchar su discurso sin prejuicios, y de analizar sus propuestas con rigor, podría encontrar en ella algo más que una exministra polémica. Podría encontrar a una lideresa técnica, ética y política, capaz de devolverle a la función pública su sentido más profundo: proteger la vida y construir dignidad.
No se trata de endiosarla, ni de suponer que tiene todas las respuestas. Se trata de reconocer que, en medio del ruido político, hay figuras que no repiten el libreto de siempre. Y Carolina Corcho es una de ellas.
¿Está lista para ser presidenta? Tal vez algunos piensen que aún no del todo. Pero si alguna vez queremos una presidenta que haya pasado por el hospital antes que, por el club privado, por el aula antes que, por la tarima, por la calle antes que, por el palacio, entonces debemos mirar más de cerca lo que representa Carolina Corcho.
Porque a veces, lo que el país necesita no es una figura popular, sino una voz valiente.
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* Topógrafa, Trabajadora Social en formación, Defensora de Derechos Humanos.
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