Desde tiempos remotos ha existido gran preocupación por el ejercicio la lectura y la escritura en el proceso enseñanza-aprendizaje.
Por : Oswaldo Ríos Carrascal | Sin embargo, durante décadas por más que se haya analizado, debatido y discutido el tema con diferentes posturas a bordo, sigue latente el problema relacionado con la deficiencia de la buena práctica de la lectura y la escritura dentro y fuera de las aulas, desde los niveles educativos básicos hasta los superiores.
Otrora se escuchaba un barbarismo que decía “la letra con sangre entra”, como también estaba prohibido aprender a leer y escribir por parte de gran parte de pobladores, negándosele la posibilidad de su acceso a mujeres, esclavos e indígenas. Existía un adoctrinamiento y un sometimiento y quienes ejercían el poder sumían en la ignorancia a quienes consideraban seres inferiores y no pensantes.
Los sistemas educativos fueron cambiando, se comenzó a ver la lectura y la escritura como una conducta de entrada a la escuela y promovía el aprendizaje de cosas nuevas, contribuía a desarrollar algunas habilidades cognitivas que mejoraban con su ejercicio y se presentaba una inminente necesidad de avanzar y profundizar en diferentes temáticas.
Para la investigadora y experta en el tema, doctora Delia Lerner (2003), leer y escribir son palabras familiares para todos los educadores, que han marcado y siguen marcando una función esencial- de la escolaridad obligatoria. Enseñar a leer y escribir es un desafío que trasciende ampliamente la alfabetización en sentido estricto, y es responsabilidad de los docentes que están al frente de su labor académica.
Carlino (2008), opina que la lectura y la escritura en el sentido estricto forman parte de la alfabetización académica. especialmente en la educación superior, planteándose a su vez en sus investigaciones los siguientes interrogantes:
¿Qué lugar ocupan la lectura y la escritura en las universidades?, ¿Qué inserción curricular tienen en el conjunto de las cátedras?
En cualquier escenario planteado acude gran responsabilidad a los educadores, coordinar, motivar, incentivar y dar ejemplos con ambos ejercicios, no separarlos sino complementarlos permanentemente. El docente se encarga de impartir las ordenes: ¡lean!, ¡escriban!, pero muy poco lo hace el, como para que el estudiante lo emule.
En aras de mirar con sentido y significado, MINEDUCACIÓN (2007), plantea el aprendizaje de la lectura y la escritura como un proceso dinámico donde la creatividad es muy importante. En las experiencias de algunos docentes de educación en la primera infancia, comentan sobre la realización de ejercicios que estimulan el desarrollo del pensamiento divergente, para que los niños busquen diferentes alternativas ante una situación dada.
Al estimular dicho pensamiento, se les da a los infantes, la oportunidad de crecer siendo seres autónomos, seguros de sí mismos, capaces de tomar decisiones y, de esa forma, educarse para la vida y no para el momento.
Allí está la clave del éxito, la lectura y la escritura no deben utilizarse como medios para fines, mas bien deben mirarse como elementos integradores para lograr el desarrollo cognitivo en diferentes etapas de la vida escolar y cotidiana. Además, no debe forzarse, ni establecerla como parte del premio o del castigo por cada logro alcanzado.
Leer y escribir, según afirmaban algunos docentes en la antigüedad, debe convertirse en un “vicio”, en un acto solemne, debe acompañarse de alegría y de entusiasmo y no de frustración y menos de carga emocional.
Conforme a lo anteriormente expuesto, MINEDUCACION (2007), enuncia que las actividades desarrolladas en el ámbito de la lectura y la escritura, permiten a los estudiantes, especialmente en la primera infancia, descubrir el sentido de la lengua escrita y comprender que a través de ella pueden comunicarse, y lo que es aún mejor: expresarse.
Lo interesante del trabajo permanente con la lectura y la escritura lleva a los docentes y estudiantes a cambiar de actitud y propende por el mejoramiento continuo en su proceso enseñanza-aprendizaje, estimulando a la puesta en marcha de relaciones exitosas entre los libros, textos o documentos con el lenguaje, saliendo de lo tradicional y procurando contar hacia futuro con grandes lectores y escritores.
Para en caso de la educación superior, Cassany y Morales (2009), dicen que el aprendizaje de la lectura y la escritura de los textos especializados de cada disciplina es una tarea relevante, que requiere esfuerzo, tiempo y práctica, pues no ocurre de manera natural.
Ellos indican, que el lugar donde se inicia este aprendizaje de manera formal es la universidad, pese a que se desarrolla pocas veces de manera explícita y organizada, en cursos académicos destinados para tal fin. Puntualizan, que no todos los docentes, ni los propios estudiantes son conscientes de la necesidad de iniciar, formalmente, la enseñanza-aprendizaje del discurso propio de cada disciplina.
Concluyen su análisis los autores, manifestando que los estudiantes aprenden a leer y escribir en la educación obligatoria: en primaria se aprenden los rudimentos o las bases y en secundaria se consolidan. Considerando que solo llegan a la educación superior los estudiantes con mejor preparación, se puede asumir que todos saben leer y escribir de modo aceptable y que la universidad puede empezar a construir aprendizaje a partir de estas bases, sin tener que preocuparse por estas destrezas.
Concretando ideas sobre el tema, conciben la lectura y la escritura como una habilidad cognitiva, desvinculada de cualquier lazo con lo social, afectivo o personal, donde el acto de leer se considera como una destreza única, acotada, estática, descontextualizada, que solo debe aprenderse una vez, que es universal (igual para todas las personas, y que se aplica de modo parecido en todos los ámbitos, niveles y textos.
En resumen, la lectura y la escritura consolidan un ejercicio permanente en la formación de los seres humanos, y de acuerdo con Muga (2007), debe validarse la escritura como un proceso complejo y valorado socialmente, es en tendida grosso modo como una habilidad adquirida y desarrollada en las primeras etapas del sistema educativo y, en consecuencia, en el nivel superior con usuarios capaces de demostrar sus competencias discursivas y textuales. A su vez, la lectura debe servir para comprender los textos escritos, exigidos por los docentes, por las diferentes asignaturas y por la comunidad académica en general.
En el caso de la educación superior, ambas pueden servir de herramientas fundamentales en el estudio de los temas curriculares y como eje articulador del trabajo interdisciplinar.
Carlino (2021), aporta que escribir y leer constituyen una necesidad compartida entre alumnos, docentes e instituciones. En ese orden de ideas, es tarea y compromiso de todos, fomentar, promover, establecer y poner en marcha el accionar el ejercicio de la lectura y la escritura permanentemente en todos los establecimientos educativos, partiendo desde etapas iniciales hasta llegar al nivel superior.
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*Magister en educación, especialista en docencia universitaria, Ingeniero agrónomo
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