Written by 12:30 am OPINIÓN

Entre el imprudente estruendo de la violencia y el tímido rumor de la paz

El optimismo y el pesimismo, la violencia y la paz, la esperanza y la desilusión duermen bajo el mismo techo, conviven, son como ese matrimonio mal avenido que no puede vivir ni juntos ni separados. Juntos de matan y separados se mueren.  Esa es la realidad de ese equilibrio morboso, vicioso y tóxico con el que vivimos cada día.

Por: Heyner Mancera Rincón | Me siento en el computador y aún no se si escribir sobre los aterradores vejámenes cometidos contra Sara Millerey González en Bello; o sobre las impactantes imágenes de un taxista en Medellín que se defiende a cuchillo de dos atracadores; o del robo a un conductor en su auto de lujo en una vía central de Bucaramanga; o sobre la frialdad con la que un hombre lame su cuchillo después de apuñar a otro en Mompox; o tal vez escribir acerca del Biólogo Italiano descuartizado en Santa Marta; o quizás deba escribir sobre él bebe de seis meses que fue encontrado en un contenedor de basura en Usaquén (Btá); o del crimen número 60 en Barrancabermeja; o sobre la violación y asesinato de Ana María Ruiz Quintero en Lebrija.

Todas estas son noticias de los últimos 15 días en Colombia y de verdad que, para un hombre optimista como yo, no resulta nada fácil mantener firme la esperanza en el país. Y digo optimista en medio de mi pesimismo, porque el imprudente estruendo de la violencia opaca el tímido rumor de la paz.

El optimismo y el pesimismo, la violencia y la paz, la esperanza y la desilusión duermen bajo el mismo techo, conviven, son como ese matrimonio mal avenido que no puede vivir ni juntos ni separados. Juntos de matan y separados se mueren.  Esa es la realidad de ese equilibrio morboso, vicioso y tóxico con el que vivimos cada día.

Nos tiran en la cara las noticas más estridentes y después nos lanzan el baldado de agua caliente para atender al parroquiano que acaricia un sueño en Yo me llamo; Y el Jueves o Viernes corremos al bar de la comuna para ver el partido que nos hará vibrar y olvidar la pesadez de un trabajo que se odia. En fin; y así la pasamos día a día en un mar de hostilidad, “una selva de cemento de fieras salvajes cómo no, ya no hay quien salga loco de contento, donde quiera te espera te espera lo peor”.

Aún con mi dilema, talvez sea mas nostálgico escribir sobre la repentina muerte del cantante Ruby Pérez en pleno concierto o de la noticia positiva de un nuevo crucero de lujo que surca las aguas del Magdalena; o resulte mas reconfortante escribir unas líneas sobre los valiosos avances que la humanidad ha tenido en los últimos 100 años, como el aumento de la expectativa de vida, más garantía de derechos humanos, avances científicos y tecnológicos, etc.

De cualquier manera, en medio de tanta maldad, nuestro compromiso como ciudadanos es seguir adelante y cambiar lo que podemos en nuestro entorno, amando lo que nos rodea comenzando por aquellos que tenemos mas cercanos.

La indiferencia no debe ser una opción, aunque hoy parezca una regla.  En cierto modo, ser indiferente al sufrimiento es lo que hace al ser humano inhumano. La indiferencia, después de todo, es más peligrosa que la ira y el odio.

La ira puede ser a veces creativa. Incluso el odio puede provocar a veces una respuesta, pero la falta de respuesta, el desapego y la pasividad al extremo convierten las personas en apáticas e indiferentes viviendo entre el imprudente estruendo de la violencia y el tímido rumor de la paz.

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Mg. Gestión Ambiental

Esp. Química Ambiental

Ing. Biomédico

Secretario de Medio Ambiente y Educación.

Asesor Min Ambiente – Docente Universitario e Instructor SENA

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Esta columna encierra el pensamiento del autor, en ningún caso es la posición de Río Grande.

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