El área metropolitana de Bucaramanga dio su último paso en 1984, cuando anexó a Piedecuesta. A día de hoy sigue sin tener grandes cambios, a demás que al hablar de la unión entre los territorios que conforman el área encontramos problemas
El área metropolitana de Bucaramanga se asemeja a un rompecabezas de cuatro piezas, pero que no encajan: cada una tiene su propio color y su propia forma, y por más que todos entiendan la necesidad de diseñarlos para que todo encaje, a ese resultado nunca se llega porque cada municipio insiste en hacer lo suyo, mientras los problemas comunes se acumulan y se agudizan, como la realidad cotidiana lo muestra evidentemente.
En el área metropolitana, los cuatro municipios dependen del relleno sanitario de El Carrasco, un lugar al que no por encanto, sino por desencanto y, más que eso, por desacato a un juez de la República, siguen llegando diariamente mil toneladas de basura (aunque algunos consideran que no debería llegar ni una), mientras los alcaldes discuten, esquivan responsabilidades o simplemente miran a otro lado, como si por no verlo, el problema dejara de existir.
Llevamos varias décadas comprobando cómo cuatro alcaldes, cada cuatro años, fracasan o dan la espalda a la solución de este problema, que, si tuviera una sola autoridad tomando decisiones claras y efectivas, muy posiblemente habría tenido un desenlace exitoso.
O podemos tomar a Metrolínea, otro caso claro del perjuicio que causa a la ciudadanía el no contar con un Distrito rector de factores que como el de transporte, no puede dividirse en municipios, cuando tiene un flujo indisolublemente metropolitano.
Por desconocer esto, el Sitm, en lugar de ser hoy la punta de lanza de la movilidad, sólo es algo más que un mal recuerdo, entre otras razones porque, ante su colapso inevitable, las últimas administraciones le encontraron el futuro en el pasado, es decir, regresaron a los viejos buses urbanos, hoy más vetustos, inseguros y contaminantes.
Un Distrito Especial podría diseñar un Sistema Integrado de Transporte que funcione con eficiencia, con sistemas inteligentes, tarifas diferenciales y una planificación de largo plazo, lo que puede lograrse si se toman decisiones metropolitanas y no municipales.
Mientras nosotros nos empantanamos en necedades de la política minúscula, la burocracia y el control omnímodo sobre los presupuestos, las ciudades contra las que competimos avanzan a altas velocidades, como Medellín, Cali y Barranquilla, porque entendieron hace mucho las ventajas de un distrito metropolitano, por lo que no es difícil ver la urgencia de conformar el nuestro y ubicarnos, sin más dilaciones, en el mapa de las regiones con futuro promisorio en Colombia.
Está claro que crear un Distrito Especial no será fácil. Requerirá liderazgo, consenso y mucha voluntad política. Los alcaldes tendrán que dejar de lado sus prejuicios y diferencias, mientras los gremios, las universidades y la sociedad toda deberá sumarse al esfuerzo, pero para esto hay que entender que no se trata de que los municipios desaparezcan, sino que trabajen juntos bajo una estructura superior que les permita ser más eficientes, incluso más poderosos, y ejecutar planes y proyectos metropolitanos, que resulten de decisiones estratégicas para toda la región.
Bucaramanga y su área metropolitana tienen todo para ser una de las regiones más prósperas y competitivas de Colombia, pero para lograrlo se requiere forjar una visión más moderna de nuestras necesidades y soluciones y, según los expertos, eso pasa por entender que la creación de un Distrito Especial es el primer paso hacia un futuro más ambicioso, más eficiente y más competitivo.