La estrategia de paz en Colombia experimenta un giro significativo. El foco ya no está solo en los grupos armados, como el ELN o el Estado Mayor Central (EMC), sino en las comunidades que buscan reconstruir sus territorios.
Los grupos armados enfrentan una crisis interna, marcada por conflictos entre facciones que debilitan su representatividad en las mesas de diálogo. Esta fractura cambia el panorama, donde el Gobierno exige un compromiso claro con el cese de la violencia, como destacó el presidente Gustavo Petro al condicionar los diálogos al abandono de las armas.
La paz, sin embargo, no depende exclusivamente de estos acuerdos. Según Pablo Pardo, vocero del Gobierno ante Comuneros, la transformación de los territorios con proyectos de desarrollo y la sustitución de economías ilegales son claves. Este enfoque territorial es esencial para superar las causas estructurales de la violencia.

Banderas
Camilo González, negociador con el EMC, insiste en una reincorporación que involucre a las comunidades, no solo a los combatientes. La implementación del Acuerdo de Paz de 2016 sigue siendo crucial, especialmente en temas como la reforma rural y los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET), cuya extensión por ocho años propone el Gobierno.
Tres principios guían este cambio: la implementación del Acuerdo de 2016, la naturaleza territorial de la paz y la implosión de los grupos armados como un fenómeno interno, más allá del control estatal. Mientras Petro reafirma que solo negociará con quienes busquen la paz, las comunidades, con su esfuerzo por reconstruir el tejido social, se consolidan como actores centrales en este proceso.
La paz en Colombia, ahora más que nunca, se define en los territorios, donde el diálogo y la acción integral del Estado son vitales para desescalar el conflicto y transformar la realidad de millones de ciudadanos.